Los ensayos para el Juramento a la Bandera, que se realizará el próximo 26 de septiembre, ya han comenzado en las instituciones fiscales de la Zona 8, donde la emoción empieza a sentirse en cada paso sincronizado, cada voz firme que ensaya el “¡Sí, juro!”. Ese día, 29.961 estudiantes rendirán homenaje a uno de los más grandes símbolos patrios, y entre ellos, se destacan quienes portarán con orgullo el Pabellón Nacional, la Bandera de Guayaquil y la del plantel educativo. Detrás de cada banda, de cada insignia, hay historias profundas que reflejan esfuerzo, sueños y resiliencia. Estas son las voces y vivencias de los abanderados y escoltas que este año le dan un significado aún más humano a este solemne acto cívico.
A sus 16 años, Abraham Veliz Manzaba, quien tiene un 71% de discapacidad, no imaginó que llevaría el Pabellón Nacional como abanderado de la Unidad Educativa Especializada “Carlos Rafael Mora Peñafiel”, ubicada al noroeste de Guayaquil. Sobreviviente de múltiples hospitalizaciones, cirugías y con una historia marcada por la lucha contra una severa tuberculosis ósea que lo dejó con paraplejia, Abraham hoy camina con algo de dificultad, pero volvió a estudiar y tiene sueños por cumplir. Su puntaje de 9.65 puntos refleja más que conocimiento: representa cada día de esfuerzo, cada rehabilitación y cada operación.
“Me tomó por sorpresa la noticia. Estoy muy agradecido con mis profesoras que con su trabajo me motivan hacer cada día mejor. Gracias a Dios que me tiene con vida hoy puedo dedicarle este logro a mi mamita”, dice emocionado. Su madre, Digna Manzaba, madre soltera y pilar inquebrantable, recuerda con lágrimas: “Verlo con esa banda es más de lo que soñé luego de verlo casi morir por su enfermedad”.
Otra de las estudiantes que hoy ve los frutos de su esfuerzo académico es Aylin Vera Tamayo, de 17 años. Ella fue designada como la abanderada del Pabellón Nacional de la Unidad Educativa Fiscal Provincia de Bolívar, con un puntaje sobresaliente de 9.98. Su historia es un tributo silencioso al amor familiar. En medio del duelo por la pérdida de su tía a causa del cáncer, y el diagnóstico de su abuela, Aylin no dejó que el dolor la venciera. “Recibí la noticia mientras hacía mis pasantías. Mi mamá lloró y me dijo que lo había logrado. Ser abanderada representa un reconocimiento a mi dedicación y esfuerzo por parte de mi mamita en todo este tiempo. Hoy veo cristalizado lo que me propuse desde que ingresé al colegio. Es una alegría inmensa”.
Su madre, Fátima Tamayo, docente y su mayor inspiración, la verá portar con orgullo la banda de abanderada, mientras su abuelita Celia, de 91 años, aplaudirá desde las gradas. Aylin sueña con estudiar Psicología y ayudar a otros a entender lo que ella aprendió a procesar con fuerza y madurez.
Y cuando hablamos de amor que trasciende la ausencia, la historia de Lian Huacón Corral conmueve hasta el alma. Logró convertirse en el primer escolta del Pabellón de Guayaquil de la Unidad Educativa Fiscal Modesto Carbo Noboa, con un puntaje de 9.30. Su madre falleció el año pasado, un hecho que trastocó su vida. “Cuando me dijeron que sería escolta, pensé en ella. Sé que desde el cielo me acompaña”.
Lian recuerda cómo su hermana Diana León, quien hoy lo cuida, lo abrazó y lloró con él al conocer la noticia. “Ese momento de luto y dolor que me invade lo transformé en fortaleza para cumplir mis metas. Quiero ser un ejemplo para mis sobrinos, que un día digan: quiero ser como mi tío”. Planea estudiar Ingeniería en Mecánica Automotriz, motivado por los consejos que su madre le dejó como legado.
A estas historias de juventud se suma la voz sabia de Angelita Lozano, de 63 años, quien fue designada como escolta del Pabellón de Guayaquil en la Unidad Educativa 9 de Octubre, que oferta la Educación para jóvenes y adultos (EBJA) en la jornada nocturna. Ella retomó sus estudios que dejó inconclusos en Primero de Básica. Hoy cuatro años después, con 8.52 de promedio, se convierte en símbolo de que para estudiar no hay edad. “Me inscribí porque sentía que algo me faltaba por completar en mi vida. Cuando me dijeron que era escolta, no lo podía creer. Siento un regocijo de ver cómo a mi edad me convertí en escolta. Cada esfuerzo de todo lo que hice ahora cobra más sentido porque me confirma que para el estudio no hay edad”. Angelita es madre, abuela de ocho nietos. Le apasionan las matemáticas y sueña con seguir la universidad.
Precisamente, por esa entrega a los estudios sus compañeros la admiran. Ahora Angelita se prepara, entre nervios y alegría, para el acto cívico que nunca pensó vivir.
El Ministerio de Educación, Deporte y Cultura extiende su más sincera felicitación a los abanderados, escoltas y a todos los estudiantes que, con orgullo y compromiso, rendirán homenaje a la Bandera este 26 de septiembre. Este no solo es un acto cívico, es un momento de reafirmación de valores: compromiso, gratitud y resiliencia.