El APA Handbook of Trauma Psychology conceptualiza al trauma psicológico como una experiencia que desborda la capacidad del individuo para afrontar, procesar y adaptarse, generando alteraciones significativas en su bienestar emocional y funcional. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que un 3,9% de la población mundial ha tenido trastorno de estrés postraumático (TEPT) en algún momento de la vida.
Aunque los eventos violentos como el abuso físico o los desastres naturales son comúnmente asociados con el trauma, existen muchas otras experiencias que pueden generar un impacto traumático significativo en la vida de una persona, por ejemplo, la pérdida de un ser querido, bullying, migración, crisis económica, enfermedades graves y pandemias. Según Gabriela Llanos, docente de Psicología de la UISEK: “más que en la naturaleza objetiva del evento, la clave está en cómo el individuo percibe y procesa la experiencia”.
Colectividad, un sujeto propenso al trauma
El trauma colectivo afecta a grupos enteros de personas, comunidades o incluso naciones a raíz de eventos como genocidios, guerras, dictaduras, desastres naturales, pandemias, racismo sistémico o violencia estructural. Tiene una dimensión pública y cultural, y puede generar efectos duraderos en la memoria histórica, la cohesión social y el sentido de identidad, como ocurrió con la comunidad afroamericana tras el asesinato de George Floyd.
Algunos de los efectos que tiene en la comunidad son la ruptura de las funciones esenciales de la sociedad y las relaciones comunitarias, la pérdida de sentido y confianza, y el incremento de psicopatologías.
El papel del psicólogo para la comunidad
Llanos afirma que el acompañamiento psicológico inmediato en situaciones traumáticas comunitarias, es fundamental para prevenir el desarrollo de trastornos psicológicos graves y para facilitar la recuperación emocional tanto individual como colectiva. La intervención evita que las reacciones normales (como miedo, confusión o tristeza) evolucionen hacia trastornos más graves como el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), depresión o ansiedad crónica.
El acompañamiento psicológico inmediato es una intervención ética, necesaria y eficaz que permite mitigar el impacto del trauma, prevenir complicaciones futuras y promover la recuperación emocional y social. El rol del psicólogo en estos contextos es vital para garantizar una respuesta humanizada, empática y profesional ante el sufrimiento humano, permite a las personas expresar sus emociones, comprender lo que les está ocurriendo y recuperar el control sobre sus pensamientos y sentimientos.
A pesar de la creciente conciencia sobre la importancia de la salud mental, muchas personas que han vivido situaciones traumáticas enfrentan múltiples barreras estructurales, económicas, culturales y profesionales para acceder a atención psicológica adecuada. La experta resalta que hay nuevos modelos de salud mental, como el comunitario, que toma en cuenta las condiciones sociales que afectan la salud mental, promueve el bienestar desde el territorio, fomenta la participación activa de la comunidad, y prioriza la prevención, la inclusión y el respeto por los derechos humanos.