Muchos padres de niños suelen pensar que la alimentación y el lenguaje son procesos completamente separados, pero la realidad es otra: cada bocado, cada movimiento de lengua y cada gesto al masticar son también un entrenamiento para la comunicación. Así lo explica la terapeuta de lenguaje Eileen Álvarez, quien nos explica la importancia de la llamada terapia de alimentación en los primeros años de vida.

“Cuando un niño mastica, no solo está comiendo, también está ejercitando la lengua, la mandíbula y la coordinación con la respiración. Todo eso fortalece el sistema articulatorio, que más adelante le permitirá pronunciar mejor los sonidos del habla”, señala Álvarez.

La alimentación como preparación para el habla

Durante los seis primeros meses, la leche materna cubre todas las necesidades del bebé. Pero a partir de ahí comienza la ablactación, es decir, la introducción gradual de alimentos sólidos. “Ese proceso es clave, porque a través de la masticación el niño inhibe ciertos reflejos orales y gana coordinación bucolingual”, explica la especialista.

Un error frecuente, advierte Álvarez, es acelerar este proceso o hacerlo con utensilios inadecuados. “Muchas veces vemos cucharas muy grandes o demasiado profundas que chocan con los dientes, o vasos que dejan caer demasiado líquido. Eso no solo incomoda al niño, también puede dificultar su correcta deglución y afectar la movilidad de la lengua y los labios”.

Problemas comunes que afectan el lenguaje

De acuerdo con la terapeuta, algunas señales de alerta que deben observarse en la alimentación son:

  • Posturas incómodas o asimétricas entre madre e hijo.
  • Dificultad para coordinar succión, respiración y deglución.
  • Deglución con interposición lingual.
  • Baja movilidad de labios o poca fuerza en la masticación.

“Si estos aspectos no se corrigen a tiempo, pueden derivar en problemas de pronunciación o en retrasos en el desarrollo del lenguaje”, enfatiza Álvarez.

¿Qué pueden hacer los padres?

La especialista recomienda a las familias tener en cuenta algunas pautas prácticas:

  • Postura: el niño debe estar bien apoyado, con cabeza ligeramente inclinada hacia adelante y control mandibular adecuado.
  • Utensilios: usar cucharas pequeñas, planas y poco profundas; vasos plásticos que permitan que el líquido caiga suavemente sin exceso.
  • Ritmo: dar tiempo al niño para masticar y tragar sin apuros.
  • Preparación: estimular suavemente la zona oral antes de las comidas y vigilar el control bucal.

“La alimentación es también un acto de comunicación. Si las familias respetan cada etapa y cuidan los detalles, estarán asegurando no solo una buena nutrición, sino también un mejor desarrollo del lenguaje de sus hijos”, concluye Álvarez.

Por Yazmín Bustán

Feminista. Trabajando en visibilizar el trabajo que hacemos las mujeres,

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